martes, 25 de septiembre de 2012


Hace muuuchos años unos señores mayores  decidieron que ,para aportar mucha luz y color a las calles de Zaragoza, la mejor idea era plantar una gran cantidad de árboles Tilia hybrida Argentea.

Así fue como  Tilia se trasladó con toda su familia a la capital aragonesa.  Como es normal, los inicios no fueron fáciles. Su nueva residencia, Zaragoza, poseía demasiada sequedad ambiental. Sus inviernos eran muy fríos y sus veranos muy cálidos.  El entorno tampoco era el que sus padres hubieran deseado: una gran cantidad de coches  circulaban alrededor de  Tilia, incluso a altas horas de la madrugada ¡así no había quien descansara! Además Zaragoza es una ciudad muy inconformista, por lo que se pasan la mayor parte del tiempo en obras.
Pero en verdad quienes  peor lo pasaban, entre tanta contaminación, eran las abejas que se derretían por el polen de Tilia.
Tilia se quedaba desnuda en los espléndidos otoños de la ciudad  pero aprovechaba los largos inviernos para recuperarse y ofrecer a los ciudadanos lo mejor de ella en primavera: sus espectaculares frutos y flores. Pero sobre todo la mejor  cualidad que Tilia ofrece a la ciudad es su espléndido aroma.